jueves, 19 de enero de 2012

Sobre el cierre de Megaupload y las descargas en general

Voy a ser sincera: descargo cosas como la que más. Quizá no debería hacerlo, pero que quieren que les diga, estoy más que harta de gastarme una millonada en películas o discos que no lo valen (y en el caso de los discos, normalmente los suelo querer por una sola canción). Que sí, que se puede comprar por internet, pero no todos disponemos de treinta euros para gastar en una película que posiblemente ya has visto y que sólo te interesa por recordar viejos tiempos (o no, que todo puede ser).

El caso es que entiendo que los creadores quieran recibir dinero de sus obras. Yo también querría, y es comprensible. Pero si el hecho de comprar alguna de estas cosas nos priva de otras más esenciales, como puede ser simplemente comer, es obvio que los consumidores van a preferir comer antes que obtener ese producto, y el creador se va a quedar como estaba.

Pero me voy por las ramas. Quizá decir que es un acto en contra de la libertad es algo exagerado, puesto que, de facto, es robar, aunque sea algo intelectual y no un diamante o un pollo, y esto nos ha convertido en ladrones a la gran mayoría de los usuarios de internet, pues ¿quién va a pagar teniendo la posibilidad de conseguir lo mismo gratis? Comprendo a aquellos que están en contra de las descargas ilegales (mi propio padre me reprende a menudo por esto). Pero también hay que comprender que es un medio de acceso a la cultura para mucha gente que, de otro modo, no podría. Gente que dedica todo su salario a pagar las hipotecas (elevadas e injustas, pero eso es otro tema) y a dar de comer a sus hijos, y que ni siquiera se puede permitir comprarles un mísero regalo de Navidad. Conozco casos, y si no fuera por este tipo de páginas, no hubiesen visto películas tan conocidas como El Señor de los Anillos o Avatar, por poner un ejemplo.

Todos descargamos, por una razón o por otra. En mi caso tuve suerte, pues no tenía cuenta de Megaupload, pero la tengo en Mediafire, que temo que sea la próxima afectada de esto. En esa cuenta sólo tengo subidos algunos archivos de texto y de audio propios, para poder compartirlos con los amigos. Estoy segura de que mucha gente ha sido afectada de este modo en el caso de Megaupload, y no es para nada justo. Es lo clásico de que paguen justos por pecadores que tanto se estila en EEUU.

Yo soy firme defensora de que, si algo te gusta, mejor comprarlo y tenerlo físico que bajarlo. Pero hay ocasiones en que ese algo ya no se vende. Mismamente hace dos días tuve que bajarme dos juegos que, por razones que no vienen al caso, yo tenía pero perdí, y ya no se venden, porque son de Game Boy Color. ¿Me van a decir que no tengo derecho a tener algo que he pagado, y más cuando no se vende?

Del mismo modo que no voy a comprar un libro sin haberlo leído por encima en la librería para saber si me interesa (y créanme, a veces no vale sólo con el resumen de la parte de atrás), no voy a comprarme una película sin saber si me va a gustar, o un CD sin que me gusten las canciones. Lo mismo pasa con los videojuegos. Si me gusta, me lo compro. Si “no me da más”, me lo bajo. ¿Que no está bien? No. Pero así es la vida.

Qué van a hacer, ¿prohibir las bibliotecas públicas y que la gente se preste cosas? Porque puestos a putear, entre los amigos podemos dejarnos cosas. Yo me compro un juego o un libro que nos interesa a todos y se lo presto a mis amigos. Eso es ilegal, ¿no? Porque técnicamente ellos no se lo han comprado, están “robando” al creador. Que pasa, ¿que nos van a prohibir compartir? Ahora va a ser que no tengo el derecho de prestar a alguien algo que me gusta. ¿Y si quiero enseñárselo a mucha gente qué?¿Y si tengo algo que quiero prestar y estoy lejos qué? Ya lo estoy viendo, en cuatro o cinco años “compartir” va a ser una palabra nociva. “4 años por compartir”, dice el juez mientras golpea con el martillo. Lo veo perfectamente.

En fin. Yo no robo nada (bueno, menos aquel pin en Claire’s), y no tengo intención de hacerlo, pero “compartir” no es algo malo. A veces las cosas no se traen de importación, o son demasiado caras. Puestos a prescindir de ellas igualmente, al menos que se divulgue. Porque señores, si yo alguna vez publico un libro, quisiera venderlo, por supuesto. Pero, por encima de todo, quiero que se lea. Y si para leerlo alguien tiene que descargarlo o copiarlo a mano en libretas (como aquella chica con Harry Potter), pues bienvenido sea.

Y conmigo están de acuerdo gran parte de artistas. Artistas de verdad, que se dedican a ello por amor al arte. Como aquel escritor que publicó su libro gratuitamente en internet, y que aquellos que quisieran donasen un euro. Recaudó cuatro mil. Obviamente, artistas que se dedican a ello porque no valen para otra cosa o porque es “dinero fácil” no quieren que su obra sea divulgada. Quieren que les de dinero, porque para eso trabajan. Los demás también, pero lo obtienen de conciertos, o de ventas de fans que han leído el libro y les ha gustado, o de gente que va al cine a ver su película, o que se compra el DVD cuando está en tiendas, o incluso que se compra el juego (a pesar de sus precios abusivos). Porque merece el gasto. Obviamente, si no merece el gasto, la gente no lo compra. Pero esto los sacaperras no pueden entenderlo.

Voy a poner mi ejemplo personal, con videojuegos, libros y música.

-Videjuegos: hay tres sagas (bueno, más, pero no es cuestión de extenderse) que me chiflan, y que saquen el juego que saquen siempre me los compraré. Estas son Pokémon, The legend of Zelda y Assassin’s Creed. A pesar de que como poco me sacan cuarenta euros por jueguito (y estoy hablando del más barato), me las compro igual. Porque creo que merece el gasto, porque quiero que se siga produciendo y con mi compra ayudo. El problema es cuando el juego ya no se vende. Quiero jugarlo, claro. Nadie lo tiene. ¿Qué hago? Me lo bajo. Porque asídisfruto de algo que me gusta, como disfruto de una buena comida. Pero esto los sacaperras no lo comprenden.

-Libros: Siempre (y recalco la palabra) me compro los libros. No me gusta leerlos en una pantalla, aunque haya usado eBooks. Pero admito que me he descargado algunos. ¿Por qué? Porque no los encontraba, o no habían salido en mi país, o por las razones que fueran. ¿Qué pasa, que no tengo derecho a disfrutarlo porque no lo he pagado? Si supiese todos los idiomas del mundo y los gastos de envio no fuesen tan jodidamente elevados, posiblemente me los compraría, porque adoro el olor, el tacto y la sensación de tener un libro real entre las manos. Pero esto los sacaperras no lo comprenden.

-Música: admito que hace mucho que no me compro un CD real. Pero qué voy a hacerle si me cobran veinte euros por doce canciones, o no traen los discos de los grupos que me interesan. Sin embargo, hace unos meses encontré el nuevo disco de Rhapsody of Fire en el Media Market, y me lo compré sin dudar. Porque el grupo me gusta, y quiero tener en mis manos al menos uno de sus CDs. Y si viniesen a España de concierto, intentaría ir. Igual que cuando vino Gackt, uno de mis ídolos. No pude ir por circunstancias, pero de haber podido, hubiese ido. Aunque la entrada me hubiese costado cincuenta euros. Es un artista japonés, y todos sabemos como se trata a lo japonés en España, pero encontré un CD en un salón del manga, y aunque no era de los mejores, me lo compré. Porque disfruto de su música y quiero demostrarlo aunque sea un poco. Pero esto los sacaperras no lo comprenden.

Quiero decir con esto, y para ir concluyendo, que la cultura no es lo mismo que una barra de pan o un anillo de diamantes. Cuando alguien dice que descargando algo “estoy robando” no lo comprende. La cultura es algo que se vive, se respira y se ama. Es algo que debe ser accesible a todos sea del modo que sea. Si no es de un modo, es de otro. Si no me lo puedo descargar, se lo pido prestado a un amigo. Si no lo puedo pedir prestado, me las apañaré de cualquier modo para conseguirlo. Incluso lo compraré si de verdad me gusta, y no lo consideraré un gasto inútil porque me gusta, lo aprecio y lo disfruto. Porque la cultura no es un elemento de propiedad única. Aquel que lo ha realizado lo hace con un objetivo, y este debe ser que la gente lo vea, lea, escuche o juegue. No que lo compre. ¿Por qué debería tener menos derecho a escuchar una canción o ver una película alguien pobre que alguien rico? No es justo (aunque parece que en este mundo de mierda nuestro hace mucho que se ha olvidado lo que significa ese concepto). Un artista, cree videojuegos o componga canciones, quiere que su trabajo sea apreciado. No que sea comprado. Porque de hecho, el creador (que es el que de verdad importa) se lleva un pequeño porcentaje del elevado precio que nos cobran por todo. Es la empresa (el editor, la discográfica…) los que se llevan todo el dinero.

Yo como escritora prefiero que mucha gente lea mi obra y cobrar menos, aunque supongo que ese es un concepto bastante romántico. Porque en el momento que decido trabajar en el mundo de la cultura (no en la joyería, ni en la banca, ni en la inmoviliaria), mi trabajo pasa a pertenecer al colectivo de la humanidad, pueda pagarlo o no, me guste o no.

Como hace tiempo dijo alguien muy sabio, “Cuando robas dejas a alguien sin ello, pero cuando copias, creas otro para que más gente pueda disfrutarlo.”

Pero eso los sacaperras no lo comprenden.